Rigoletto es una de las óperas más famosas de Giuseppe Verdi basada en la obra “Le roi s’amuse” de Víctor Hugo. Se estrenó en la Fenice de Venecia en 1851 tras algunos problemas con la censura por inmoral y obscena.
La dirección del Liceu ha tenido una gran idea para acercar a los jóvenes a la ópera. Los abonados podíamos llevar hasta 3 invitados entre 15 y 35 años por un precio muy asequible. Han sabido escoger una ópera con un gran contenido dramático y una música pegadiza con algunos temas archiconocidos. Fue impresionante ver la sala grande llena hasta la bandera con gente de edades y estéticas variadas.
Rigoletto, el bufón jorobado de la corte del Duque de Mantua es un personaje con una doble cara y una mezcla de vida pública y oculta, perverso y cruel, pero a su vez tierno y protector. Rigoletto inspira simpatía a pesar de su ridícula maldad.
Ya habíamos visto esta coproducción del Gran Teatro del Liceu y el Teatro Real bajo la dirección escénica de Monique Wagemakers en 2017 pero no nos ha importado repetir ya que creemos que es muy adecuada para la gente joven. La escenografía de Michael Levine se basa en un gran cuadrilátero que se ilumina y enmarca a todos los miembros de la corte del Duque de Mantua que son la parte coral de la ópera o los sitúa por fuera de este marco cuando actúan de crueles testigos (Cortigiani, vil razza) como en el maravilloso duetto de Rigoletto con su hija en la que ella pide el perdón del Duque y Rigoletto responde con la cabaletta “Sì, vendetta, tremenda vendetta”. Con muy pocos elementos, la escenografía es muy versátil. Puede aparecer una escalera en medio de la nada como la casa de Rigoletto o elevarse el cuadrilátero mostrando por debajo la casa de Sparafucile y Maddalena en la que se desarrollan las escenas más trágicas de la obra y se cantan las piezas más conocidas de esta ópera: “La donna è mòbile” y el delicioso cuarteto “Bella figlia dell’amore”. Es un cuarteto difícil porque los cantantes no están en el mismo plano y los contrapuntos son los que dan el ritmo al andante. Las cuatro voces lo bordaron. Saimir Pirgu es el duque de Màntua (Tenor lírico) Gilda es Aigul Khismatullina (Soprano de coloratura), Maddalena es Nino Surguladze (Mezzo) y el barítono Markus Brück és el protagonista de la historia. Extraordinarias son todas las voces y magnífica es la interpretación teatral del bufón de la corte.
Los diferentes tonos de rojos venecianos del vestuario de Sandy Powell contrastan con el blanco de la pureza de Gilda o el verde provocador de Maddalena y el negro del duque y de los raptores de la hija de Rigoletto. Todo este colorido se ve reforzado o apagado según el momento con la cuidada iluminación de Reinier Tweebeeke.
Con el grito final impresionante de “Maledizione” acaba una de las óperas más conocidas y famosas de Verdi. Bajó el telón bajo fuertes aplausos.