Rhümia o cómo he podido ir por el mundo diciendo, con una pose de soberbia, que no me gustan los payasos.
No tengo referentes así que no puedo comparar con otras propuestas … pero sí con lo que recibo como espectador. He reído y mucho (que me cuesta), me he sumado al juego que nos proponen (con lo que me molesta no ser espectador estático) y me lo he pasado pipa. Números geniales y gamberros como los bomberos o delirantes como la folclórica, poéticos como la melodía interpretada con serrucho, de éxtasis como el gospel participativo (Holaluya!), la complicidad de ver a la legua que la broma estallará en las narices del bromista, juegos de palabras y reír sin parar.
Leo que Rhum era más completo. No lo sé (cachis!). Sí sé que he descubierto un lenguaje que obviaba y que he disfrutado muchísimo de la ternura, locura, poesía, gamberrismo, provocación, humor, interpretaciones, recursos, entrega … Vestuario precioso, colorido que no estridente, un poco desgastado, como estos payasos que uno diría que están rememorando tiempos pasados en una carpa abigarrada de utensilios que parecen amontonados pero que acaban teniendo su objetivo gracias a la imaginación que tienen los payasos y hemos perdido. Jordi Martínez, Joan Arqué, Roger Julià, Pep Pascual y Mauro Paganini, crean personajes entrañables, cada uno dotado de personalidad propia.
Lo mejor: conseguir un ambiente cercano, de conexión inmediata, de participación del público sin recurrir a aquello tan manido de que alguien del público pase a ser el objeto de las risas.
En RESUMEN: Gracias por regalarnos alegría y, sobre todo, hacernos salir con ganas de hacer reír a alguien.