Gabriel Calderón escribió esta obra a partir de una frase del expresidente uruguayo José Múgica, en la que venía a decir que las preguntas y dudas que todavía genera la dictadura de aquel país se podrían responder cuando todos sus protagonistas estuvieran muertos. El autor coge esta premisa, y en un ejercicio de espiritismo teatral hace coincidir vivos y muertos, pasado y presente. Solapa diversas temporalidades para demostrar que en ocasiones es el pasado el que no quiere hablar, ni se quiere reconocer a si mismo. Estamos, por lo tanto, ante un texto que nos habla de memoria histórica, pero que en lugar de dedicarse a hacer teatro político se adentra en el género de la ciencia ficción. Una propuesta que recuerda mucho el teatro argentino que desembarcó en Barcelona sobre el 2003 con Javier Daulte al frente, y que actualmente llega muy de tanto en tanto, de forma aislada…
Que rebentin els actors supone,-al igual que 4D’Òptic o La felicitat– un ejercicio teatral libre de prejuicios, de reglas y de formalismos. La pieza empieza con un narrador que se dirige directamente al público, que lo increpa y que lo va guiando a lo largo de la obra. Un narrador que para la acción, que la hace retroceder y avanzar, y que se acaba tomando la libertad de entrar finalmente como personaje clave de la historia. Sé que este recurso puede parecer a ratos un poco caprichoso, o incluso básico, pero el espectáculo sabe salvar muy bien lo que en otro lugar podrían parecer errores o carencias narrativas. El hecho de liberarse de todo, permite precisamente que todo valga, que todo sea aceptado. Así, el público acepta que en la puerta del lado haya una máquina del tiempo, o que los personajes se vayan descomponiendo en escena, o que detrás de otra puerta se esconda el caos, el fin del mundo… tal y como lo conocemos. Se acepta también que los actores hablen a una velocidad exagerada y que se peguen, se insulten o exageren algunas situaciones. Se acepta porque estamos ante un teatro que muchos reconocemos, y añoramos. Un tipo de teatro que nos hizo abrir los ojos y la mente hace unos 15 años, y que ha influido mucho a la nueva dramaturgia catalana, aunque esto también parezca a veces un secreto inconfesable.