Desgraciadamente, espectáculos como este siguen vigentes hoy en día, puesto que la homofobia no se ha erradicado todavía en muchos países y está resurgiendo inesperadamente en muchos otros. Hablar de discriminación y de exclusión por temas de orientación sexual nos puedes parecer a muchos, a estas alturas del siglo XXI, un tema superado… pero siempre nos miramos el ombligo y no hacemos una mirada global, quizás porque asusta o porque la vemos excesivamente lejana. Ahora bien, los terribles hechos que pasan en Chechenia o ataques puntuales como el de Londres u otras capitales europeas nos tendrían que hacer pensar. Y todo esto, sin tener en cuenta a países de otros continentes, como por ejemplo Brasil, donde esta obra fue cancelada porque no se podía asegurar la integridad física del protagonista.
Puto es un montaje argentino de danza-teatro que se beneficia de su mensaje, de sus buenas intenciones, de su sinceridad y de la generosidad actoral de Ezequiel Barrios. Ahora bien, también se resiente de una cierta ingenuidad y de un formato escénico que nos recuerda a las performances de los ochenta. Hemos visto muchas piezas reivindicativas, y personalmente creo que vaciarse interpretativamente en el escenario puede ser una arma de doble filo. Si no tenemos una dramaturgia firme detrás o un hilo suficientemente claro, todo puede quedarse en un exceso de energía desaprovechada… Yo prefiero el monólogo que se dice desde una silla; un momento aparentemente tranquilo donde se desgranan las peripecias más terribles de un hipotético homosexual que se tropieza con la incomprensión y la homofobia. Una escena sin excesos, sin movimiento, que llega a través del horror y el humor como un puñetazo en el estómago.