La historia del cine está llena de películas “generacionales”, de aquellas que tienen un apoyo más comercial que crítico y que acaban transcendiendo la época en la que fueron rodadas. Películas que se pasan una y otra vez por la televisión, que siempre gustan –normalmente son films poco incorrectos, de aquellos que no molestan a casi nadie- y que acaban resultando icónicas. Podríamos hablar de Grease, de Dirty Dancing… pero hoy lo haremos de Pretty Woman, la película del 1990 que protagonizaron Julia Roberts i Richard Gere.
La versión musical de Pretty Woman es relativamente reciente, puesto que se estrenó el 2018 en Estados Unidos. La música y la letra de las canciones son obra de Bryan Adams i Jim Vallance, y bien es verdad que se agradece que sea un musical original de pies a cabeza. Se hubiesen podido aprovechar canciones de la mítica banda sonora (It must have been Love, de Roxette, o Fallen, de Lauren Wood), pero solo se ha rescatado el inevitable tema de Roy Orbison que da nombre al espectáculo. Era casi obligatorio que esta canción acabara sonando, pero fuera del argumento… cómo si no se quisiera estorbar la partitura ideada por Adams. Una partitura muy al estilo del músico canadiense, en la que el pop rock melódico se mezcla con otros temas más propios del género musical. Quizás falta un leit motiv que lo ligue todo, pero el conjunto es bastante coherente y alentador.
El montaje que nos llega ahora hace su estreno absoluto en Barcelona y suponemos que tendrá un recorrido largo y fructífero. Es un montaje de la productora Veniu Fama, que ha conseguido un producto muy digno e incluso sorprendente. Música en directo –como tiene que ser-, un buen cuerpo de baile, una escenografía funcional y muy efectiva, y sobre todo unos protagonistas que se merecen la mejor de las suertes. Roger Berruezo consigue uno de los mejores personajes que le hemos visto últimamente, quizás porque el Edward Lewis que recrea nos recuerda bastante al flemático Richard Gere de la película. Cristina Llorente (Vivian) y Erika Bleda (Kit de Luca) quizás enfatizan demasiado sus roles interpretativos, pero en la parte musical no tienen competencia y demuestran que son dos grandísimas cantantes. Y por último, pero no menos importante, citar a Rubén Yuste como maestro de ceremonias. El suyo es un personaje que juega a ser una especie de hada madrina de esta Cenicienta moderna, y va conduciendo los personajes hacia sus inevitables destinos. Un papel en el que se siente muy a gusto y que consigue algunos de los mejores momentos del espectáculo, sobre todo cuando es en compañía de Natán Segado.
Estamos delante, pues, de un espectáculo que ha sorprendido y que puede acabar siendo uno de los éxitos de la temporada… siempre que el boca-oreja funcione. No las teníamos todas después de las muchas adaptaciones musicales oportunistas que se han hecho de éxitos cinematográficos, pero las ganas y la honestidad del producto siempre juegan a favor.