Cuando hablamos de teatro político, habitualmente, se tiende a pensar en textos densos, diálogos con discursos muy elaborados, conflictos muy marcadamente ideológicos y, en definitiva, obras donde la tesis del autor queda muy por delante de cualquiera otro elemento. Esto que, en realidad, no es más que un prejuicio, no puede quedar más lejos, por otro lado, de este binomio teatral titulado Audiència / Vernissatge. El debut en la dirección del actor Pere Arquillué propone una interesante mezcla entre una trama comprometida con denuncia social y un sentido del humor tosco, irreverente y granguiñolesco. Como si fueran clowns, los personajes de la obra se comportan de manera ridícula, exagerada, repetitiva y grotesca ante situaciones cotidianas incómodas en las cuales todos nos podremos sentir, desgraciadamente, reflejados. Los tres intérpretes hacen un trabajo magnífico pero hay que destacar, en especial, la composición del alter ego del autor que encarna Joan Carreres y viene a ser una especie de payaso triste francamente memorable. La dirección de Arquillué se ha dedicado, básicamente, a buscar el gag y la diversión, experimentando con las interpretaciones, y el resultado es bastante divertido. Esto, no obstante, depende del gusto de cada espectador, ya que, en algunos momentos, hay quien podrá considerar que el tono está un poco pasado. En cualquier caso, la apuesta es clara: potenciar el absurdo del texto (que bien puede recordar la amargura de Beckett o las discusiones de Ionesco) y evidenciar, por omisión, su subtexto. De alguna manera, esta pieza de Vaclav Havel habla de aquello de lo que no se puede hablar en ciertos momentos y de cómo estas censuras sociales nos dejan anclados en bucles infinitos. Sin embargo, esto conlleva el riesgo de cansar o saturar a aquella parte del público que no conecte con un registro algo desmesurado.
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