Sin pretender -o sí- emular las obras shakesperianas, Per si no ens tornem a veure recoge tanto en forma como en fondo lo mejor del autor inglés. Disfraces, juegos de máscaras y encuentros casuales que llenan, a través de canciones, los moldes arquetípicos más universales del amor, y en este caso, del amor platónico. El amor ideal, ese que no existe pero que, aun así, sigue albergando de ilusión pueril los personajes. De este modo, entre humor y carcajada, una princesa y un príncipe harán amago de rechazar el amor, aunque en verdad, simplemente le proporcionarán una antesala -de deseo, de conquista, de flirteo- más confortable para darle la bienvenida. ¡Ay! Ese amor excelso al que cantan los poetas -como el de la obra- y al que atribuimos propiedades hechizantes. ¡Y claro que hechizan y culminan en un beso eterno! ¡Pero nadie dijo que solo por un tiempo! Y aunque Per si no ens tornem a veure -como en Walt Disney o en Hollywood- cierre también el talón ante este beso final, se tratará solo de un punto y aparte dentro de la Trilogia de l’amor, donde la cotidianidad y -desgraciadamente- los moratones también tendrán cabida.
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