Hará casi unos diez años tuve la oportunidad de ver esta obra en el Teatro Borrás y guardé un muy buen recuerdo de ella. De hecho, hoy todavía tenía presente que se trataba de una obra muy divertida y original y, sin duda, años después, me lo ha vuelto a parecer. En esta ocasión, la obra se representa en el Teatro Condal y vuelven a repetir parte del equipo artístico y el director, pero por las características del propio espectáculo, no se trata de una simple repetición de lo que ya se vio entonces, ya que cada función es diferente una de la otra. Así, la improvisación es fundamental en esta, ya que requiere de la participación del público, siendo éste quien decide el final de la obra. Por tanto, se trata de una propuesta interesante que requiere de unos actores que dominen esta técnica, como sin duda es el caso. En este sentido, todos están fantásticos en sus papeles y muestran una complicidad que se traduce en una química coral absoluta perfectamente orquestada por Abel Folk.
Por otra parte, la escenografía, muy llamativa, es del todo acertada y refleja visualmente el estilo del espectáculo. Asimismo, podemos decir que las licencias autóctonas y de otros elementos añadidos, como las canciones utilizadas o los temas de actualidad mencionados, encajan perfectamente dentro de este divertimento que hará pasar un muy buen rato al espectador y le hará olvidar del todo sus dolores de cabeza del día a día.