Hilarante caos escénico

Pel davant i pel darrera

Pel davant i pel darrera
04/12/2019

Comedia de éxito mundial de Michael Frayn con una relación especial con Barcelona donde se ha representado en diversas ocasiones. Admito que no la había visto nunca a pesar de que las obras de teatro sobre el teatro, desde los musicales clásicos (42nd Street) al metateatro más actual (Infàmia) siempre nos cautivan a quienes somos «sólo» espectadores.

A estas alturas todos conocemos la peculiar estructura de Pel davant…: una torpe compañía de teatro que representa un vodevil igual de cutre. La novedad es que en esta comedia loca y efectiva vemos qué hacen (y les pasa) en escena (delante) y también entre bambalinas (detrás), y como las relaciones, enredos, peculiares personalidades, buenos y malos rollos … ., tras el escenario termina impactando en la ficticia representación.

El segundo acto, el de detrás, es un texto brillante, que pide interpretaciones notables: vemos a los actores que en ese momento no están en escena mientras al mismo tiempo se representa la obra. Así, los que esperan, inmersos en líos de todo tipo, rencillas, amoríos, haciéndose la puñeta… sin poder hablar involuntariamente afectan a la función que están representando delante, cada vez más caótica. Ello exige mucho humor físico, gestual, slapstick, caricaturesco con un ritmo trepidante, sin pausa, en un trabajo de dirección y regiduría de precisión y alta exigencia física.

La comicidad también viene por algunos estereotipos al límite: el director que corre tras las faldas, una pareja que ha dejado de serlo, el actor del método, la regidora, la rubia de bote explosiva y pésima actriz … Todos hilarantes, y aquí es donde se agradece la entrega absoluta del elenco, con pedigrí, en esta propuesta coral y de absoluta farsa, con nombres más que contrastados como Lluís Villanueva (Caïm i Abel), Miquel Sitjà (Cloaca), Laia Alsina (Akelarre) … Tienen, además, la dificultad añadida de tener que interpretar a  actores malos, malos en una obra igualmente mala, la que representan, prototipo de vodevil, de sumar más y más líos, con lo que acabamos viendo casi dos obras de enredos, tan exagerados que es imposible no reír continuamente.

Lo menos mejor: el primer acto tarda en despegar y no explota del todo el humor.

Lo mejor; es una obra honesta: no quiere cambiarte la vida sino que pases un rato divertido. Y lo consigue con interpretaciones entregadísimas y ritmo endiablado, especialmente en la segunda parte, donde se dispara el caos (milimétricamente controlado).

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