Masterclass de interpretación

Pedro Páramo

Pedro Páramo
06/08/2021

Adaptar una novela al teatro es un trabajo gigantesco al que a menudo no le damos el valor que tiene. Lo vimos esta temporada con El quadern daurat y ahora hace poco con La casa de los espíritus, otra novela sudamericana heredera del realismo mágico que precisamente se empezó a gestar en Pedro Páramo. Su autor, Juan Rulfo, fue el precursor del boom latinoamericano al publicar la novela en el 1955. Una novela que siempre está en las listas de las mejores del siglo XX en lengua castellana, y que era una de las preferidas de García Márquez i Jorge Luís Borges.

Pedro Páramo explica la historia de Juan Preciado, un hombre que acaba de perder a su madre y que busca a su padre en un pueblo fantasmagórico que irá cobrando vida a base de los recuerdos y los testimonios de algunos curiosos personajes secundarios. A partir de aquí descubrirá la figura de Páramo, un cacique cruel y detestable que también tenía sus puntos débiles y profesaba un gran amor hacia Susana San Juan o hacia su hijo Miguel. Un personaje astuto que salvó el pueblo de Comala de los mercenarios y que después lo dejó morir de forma despiadada y vengativa.

La adaptación de Pau Miró es hábil y ligera, a pesar de que no es sencillo enfrentarse a una narración tan poliédrica, rica y ambiciosa. Hay múltiples personajes, muchos escenarios y situaciones… y en este caso solo dos actores para defenderlo. Eso sí, dos actores que valen por veinte o treinta. Tanto Vicky Peña como Pablo Derqui se ponen en la piel de muchos de los habitantes de Comala, y lo hacen exhibiendo una variedad de recursos y registros que incluso provoca cierto vértigo. No tenemos que olvidar, además, un maravilloso trabajo con la voz que -especialmente en el caso de Peña- llega a cotas de auténtica masterclass.

La dirección de Mario Gas es igualmente enérgica y eficaz. Es cierto que la obra quizás se alarga en exceso y algunas partes resultan repetitivas, o incluso confusas, pero hay tantos estímulos que es fácil rendirse al espectáculo. A parte de las interpretaciones, la gran apuesta del montaje, también encontramos un trabajo escenográfico y videográfico de primer nivel. De hecho, hay momentos bellísimos con solo un par de plataformas móviles, unos cuántos enseres que enseguida nos trasladan de época y unas proyecciones muy bien escogidas. Tampoco se puede obviar el magnífico ambiente sonoro de Orestes Gas, clave en algunas escenas.

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