Una crítica a la mercantilización de los sentimientos y de las emociones

Partícules paral·leles

Partícules paral·leles
11/10/2020

Ivan Andrade y Clara Bes dirigen esta obra llena de imaginación y fantasía. Son tres espacios diferentes en el mismo escenario separados únicamente por pequeños cambios en la iluminación. Son historias paralelas de teatro-ficción, tres historias futuristas que obligan a la reflexión.

Desde los replicantes de “Blade Runner”hasta “Machines like me” de Ian McEwan, tenemos muchos ejemplos en la narrativa y cine actuales. La robótica puede crear máquinas tan humanas que interfieren en la vida de las personas. La creación de los primeros seres humanos de laboratorio lleva a dilemas difíciles de resolver como la ética de las decisiones cuando aparece un hilo invisible que separa los sentimientos humanos de la razón creada a base de algoritmos. En esta obra se plantean también la sexualidad de los androides. Es un tema apasionante que lleva Andrade al teatro y que resuelven magníficamente bien Xavi Àlvarez y Nil Coral (androide) con su voz y sus movimientos robotizados.

Haruki Murakami nos ha abierto desde hace tiempo las puertas hacia una sociedad que va más allá de los modelos tradicionales. La obra nos muestra en japonés (titulado en catalán) un modelo de empresas que ofrecen servicios de personas para ocupar el lugar y el rol de otra desaparecida o ausente. Japón ya ha llegado hasta aquí y Andy Fukutome y Rina Ota lo resuelven muy bien. Me ha llamado la atención la falta de movimiento corporal del actor y actriz de esta pequeña pieza. Desconozco si esta rigidez interpretativa es cultural o sugerida por la dirección. Sólo se rompe con la música de Bellini que acompaña la cena la pareja.

La tercera historia ya ha dejado de ser ficción porque es una realidad actual: plataformas útiles para encontrar parejas, amigos u otras relaciones; o no tan útiles e incluso peligrosas como su utilización en acosos, ciber-bulling o simplemente empeorar una relación. La pareja de esta historia es Jaume Llagostera y Natàlia Mas. Ellos son los representantes de esta generación que busca la comunicación de manera impersonal. Las soluciones que nos proponen no nos satisfacen pero nos alertan. Como dice la actriz Rina Ota en una entrevista: “Comprar una relación es triste”.

Las tres historias son una crítica a la mercantilización de los sentimientos y las emociones.

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