Simple normalidad

Pares Normals

Pares Normals
02/12/2022

De alguna forma, desde mi perspectiva, Los Amigos de las Artes son en la música lo que Marc Artigau es en la literatura o Minoría Absoluta en los medios: eficacia, ligereza, simplicidad. Y, cómo no, el combo, como equipo de autoría, bajo la dirección escénica de Sergi Belbel, funciona.

Eficacia, porque el mensaje llega a todo el mundo, y logra el objetivo de agradar desde antes de empezar. El público va tan predispuesto que la mezcla no puede fallar. Incluso se ven golpes de cadera con la sintonía inicial, como quien va a un concierto.

Ligereza y simplicidad, porque no profundizan en nada. Todo queda en la piel. La colaboración garantiza sensibilidad, pero mejor no rascar demasiado, que no hay más. La música, como siempre. Este quizá no sea el espacio, sin embargo, Los Amigos de las Artes, de la explicación de un estornudo hacen canción. Todas las prendas son suyas, y de nueva creación. Del guión, poco a decir, extraño y cogido con pinzas, especialmente al inicio. Los personajes van y vienen sin demasiado sentido. Los giros de guión se muestran forzados, su justificación es pobre, casi infantil. El texto muestra la habilidad que el autor tiene con las palabras, de jugar con ellas para hacer que la audiencia admire ese talento, pero sin más pretensión. Una literatura agradable, de amplio alcance, pero sin más. Lo salvan unas canciones bien interpretadas, eficaces, como he dicho, que enganchan. La música en directo es un auténtico placer, le aporta el ritmo que le falta al texto.

La interpretación es remarcable, por parte de todos los miembros del elenco. Destaca justamente la veteranía y el saber hacer de Annabel Totusaus y Albert Pérez, excelentes, ciertamente lejos de la actuación de Julia Bonjoch o, aún más, de Lucía Torres, las dos parejas de ‘ Arán. Enric Cambray, adopta con traza, medida y rigor el papel del protagonista, un novio que vuelve de Chicago para dar una gran noticia a sus padres, pero que choca con muchas sorpresas frustrantes y desagradables. Éstas le marcan un camino que nunca se hubiera imaginado y por el que no estaba preparado, hasta que el azar (o el destino) endulzan su tragicómica historia con un final feliz. Feliz y, de tan azucarado, incluso pastoso…

Pero, sin embargo, repito que la combinación es eficaz. Superado el asombro inicial, liberado de la necesidad de buscar ningún pensamiento en profundidad, puedes conseguir soltarte y disfrutar. Y sí, la experiencia, en su globalidad, es muy agradable.

Los padres de Arán no eran, efectivamente, padres normales. Posiblemente, porque no existen los padres normales. De hecho, ¿existe realmente la normalidad? El primer paso para valorar la diversidad es rehuir el concepto de normalidad, ¿no? Será difícil que este debate surja después del espectáculo, sinceramente. Pero quizás tampoco hace falta pedir tanto. Reconozco que salir contento de Padres normales puede convertirse en… eficazmente, ligeramente y simplemente normal.

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