Después del éxito de Polseres vermelles y de la actual serie Merlí de TV3, resulta ya un hecho reseñable que la nueva generación de jóvenes actores catalanes es una de las mejor preparadas y con más visibilidad de los últimos tiempos. Aprovechando este impulso de popularidad, Paradise reúne un puñado de rostros televisivos para ofrecernos una comedia simpática, políticamente incorrecta y con un trasfondo amargo. Las tres historias que nos explican (dos ya previamente estrenadas como piezas de microteatro) tienen lugar en un prostíbulo, cosa que aporta una sordidez curiosa a un conjunto más bien ingenuo. Lo más destacable de la propuesta es ver a este reparto en papeles muy diferentes a sus roles habituales. Sin ningún tipo de prejuicio ni miedo a salir de su zona de confort, los protagonistas encarnan personajes como el de una trabajadora sexual proveniente del Este de Europa, un chico con una disminución psíquica o un hilarante trío de prostitutas transexuales, entre otros. De este modo, destacan especialmente la espectacular vis cómica de Artur Busquets, la naturalidad y espontaneidad de Albert Salazar, la capacidad de Albert Baró de dotar de verosimilitud interpretaciones complicadas y la ternura de Adrian Grösser.
Algunos de los problemas que nos encontramos en el montaje, no obstante, es que el tono es, generalmente, paródico y esto hace que las partes dramáticas queden algo más cojas que las cómicas (que funcionan bastante bien). Además, se echa de menos la participación de algún actor de más edad que contraste con ellos, puesto que, además, el escenario escogido, en cierto modo, lo pide. Aparte de esto, y que, quizás, la actriz Elisabet Casanovas, a pesar de ser la narradora y realizar una espléndida interpretación, está un poco desaprovechada, el resto es un entretenimiento muy digno, fresco, diferente y sin complejos.