A diferencia del cine, el teatro, más centrado en infantiles y espectáculos para adultos, tiene una deuda pendiente con el público adolescente, al que no acostumbra a dirigirse. Ningú et va dir que fos fàcil intenta compensar esta carencia con un montaje protagonizado por jóvenes intérpretes y destinado, precisamente, a los espectadores de esta franja de edad. La obra aborda algunas problemáticas típicas de la adolescencia como el despertar sexual, las aspiraciones, los sueños, el miedo y las frustraciones en este tránsito hacia la edad adulta. El montaje es divertido, simpático y ágil gracias, sobre todo, a la acertada elección de actores y actrices que aportan carisma, naturalidad y alma a la propuesta. Más allá de esto, el punto de partida promete un desarrollo de tramas interesante, entre ellas, la homosexualidad femenina que es, en este género, una decisión original y (desgraciadamente todavía) poco vista. Pero el problema es que los conflictos quedan sólo apuntados y no siguen un arco dramático demasiado definido, por lo que, al final, resulta algo insatisfactorio. Por suerte, la pieza se ejecuta con dinamismo y contiene unas cuantas canciones que amenizan el viaje, aunque no ayuden a hacer avanzar la historia. Cerrado con un giro que apunta a una cierta moraleja, la conclusión, un poco precipitada, subraya este aspecto involuntariamente superficial del conjunto. Aún así, como entretenimiento juvenil, conecta muy bien con su nicho y tiene todos los elementos para poder generar, incluso, un fenómeno fan que no le vendría nada mal al sector de las artes escénicas.
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