Ningú és un zombi es un musical de la compañía Teatro Calánime (Cuentos cruentos) que busca concienciar a los jóvenes sobre la discriminación y el bullying. Y es que, aparte del daño que hacemos rechazando a alguien sólo por diferente, ¿hemos pensado que nosotros mismos, a ojos de otros, podemos ser considerados los «bichos raros» y pasar de guays a rechazados?
Llega un chico nuevo a la escuela. Viene de Polonia, nada menos, con su familia de muertos vivientes. El encaje no es fácil, y si bien hace amigos que ven más allá de la apariencia física y algún aspecto extraño, a otros no les gusta por diferente y lo tratan mal. Si él es extraño, aún más su familia, con mayordomo inquietante y tres tías -marionetas- que enloquecen por los muertos y por cantar (con las voces de tres conocidas actrices). Cierto, tienen costumbres que no son las nuestras pero ¿no nos ven ellos también como gente diferente con costumbres muy extrañas?
El material es -lo desconocía- un libro premiado muy recomendado en escuelas de Jordi Folck, autor también de las letras de las canciones. El origen literario se nota en el lenguaje utilizado, muy cuidado y rico, lo que se agradece. La obra hace énfasis en tomar conciencia de lo absurdo, injusto y el daño que provoca acosar a quien vemos diferente y como perdemos el enriquecimiento que el otro nos puede dar. Sin ocultar las consecuencias de la discriminación, la propuesta desprende principalmente simpatía, gracias a la música y las interpretaciones del reparto.
En resumen: Muy buenas y cercanas interpretaciones, con mucho peso de actores jóvenes muy solventes, música -grabada- de calidad con toques de cuento gótico, buenas intenciones y escenografía multifuncional muy eficaz.
Es una propuesta no tanto para los más pequeños sino que existe la valentía (temeridad?) de dirigirse al público en torno a los 10 años y en adelante, segmento difícil de contentar, si bien tiene atractivos para gustar e interesar también a los acompañantes. O a los que vamos solos.