Ninet’InfernO no será uno de los espectáculos más recordados de este Grec, pero no porque lo impida su calidad y la grandiosidad del resultado final, sino por la función única -extraño planteamiento- y la decisión del Festival de trasladar la obra desde el Teatre Grec a la Sala Fabià Puigserver, con un aforo dos veces menor. ¿Se tenía miedo de la lluvia que no cayó? ¿O se tenía miedo de no llenar el recinto? Sea como fuere, es una lástima porque este espectáculo ideado por Roland Auzet es de una belleza inusual y demuestra como se puede integrar el mundo del circo y la acrobacia en un argumento puramente escénico.
El pretexto del espectáculo son los sonetos de Shakespeare, debidamente elegidos y adaptados, pero el concepto original va mucho más allá. Con la idea de explicar una relación homosexual similar a la de Muerte en Venecia, Auzet habla de temas como la muerte, el amor y la vejez a partir de la música -creada por él mismo-, la palabra y los movimientos de un joven acróbata. La verdad es que las acrobacias de Mathurin Bolze y la plataforma móvil acaban por robar todo el protagonismo, incluso a un esforzado Pascal Greggory y a una desaprovechada OBC. Es cierto que sin alguno de estos elementos el conjunto no estaría igual de equilibrado, pero si algo quedará en mi subconsciente son las imágenes proporcionadas por la escenografía y su interacción con el joven Bolze, que tanto nos trasladaba a un barco como a una casa en equilibrio… En definitiva, un montaje grandilocuente y supuestamente pretencioso… pero de una humilde y sencilla belleza.