Este es un monólogo-trampa, pero justo es decir que ha sido concebido así desde el principio. De hecho, Dennis Kelly empieza su texto con un tono pretendidamente cómico… para mostrarnos normalidad, para confiarnos y también para darnos un puñetazo en el estómago ya muy entrada la obra. Es este puñetazo el que nos hace replantearnos todo aquello que quizás nos ha hecho reír, todo aquello que nos ha entretenido frívolamente en algún momento. Ahora bien, creo que la decisión de Joel Joan de dar a toda esta primera parte la estética -y un poco el tono- de los monólogos de Stand Up no es precisamente la mejor idea. Predispone el público más en contra que a favor, y tampoco consigue el rédito de risas que quizás se pretendía.
Pero superado el riesgo de la escena desnuda, se tiene que reconocer que la obra mantiene el interés en todo momento y consigue afrontar la parte dramática con una serenidad aterradora. Aquí tiene mucho que ver también la dirección, y sobre todo la experiencia y el carisma de Anna Sahun. Su trabajo es preciso y arriesgado, y al final acaba consiguiendo del espectador justo aquello que se perseguía: tenerlo confiado, con la guardia baja, y justo entonces asestarle el golpe de gracia. Un golpe que reescribe la obra en los últimos minutos; uno de aquellos momentos que cambia los esquemas de cualquiera… y que tiene que servir para hacernos reflexionar.