Eduardo De Filippo es uno de los autores italianos del siglo XX que más veces hemos visto representado en los escenarios barceloneses, y especialmente en la Biblioteca de Cataluña. Desde la ya célebre Filomena Marturano a Questi fantasmi, pasando por otras piezas maestras como Dissabte, diumenge i dilluns, L’art de la comèdia o A teatro con Eduardo, que juntava dos piezas cortas del autor. La que ahora nos ocupa ya la estrenó La Perla 29 el 2010, para repetirla dos años más tarde… siempre cerca de la Navidad. Y es que Natale in casa Cupiello es una pieza de ambientación navideña y trasfondo típicamente napolitano, con su costumbrismo, su alboroto alegre y pegadizo, sus gritos… y la música de Renato Carossone de banda sonora.
Oriol Broggi le tiene la medida tomada a De Filippo y sabe muy bien qué ritmo hay que dotar a sus obras porque no se deshinchen ni crezcan en exceso. Y es que el ritmo y el sentimiento del autor italiano son realmente peculiares. Su especialidad son las comedias melancólicas y con un punto de tristeza o desencanto. Comedias pobladas por familias que se gritan pero se quieren, por personajes ilusos, o bien que están hartos de todo y que no son felices, aunque quede disimulado por un conjunto divertido y paródico. Todo esto se puede ver en esta nueva versión de Natale in casa Cupiello, donde la absurda cotidianidad de la familia protagonista nos lleva a situaciones extremas y a un final que nos deja clavados en la silla. Maravillosos también los entreactos festivos o cambios de escenario, a pesar de que quizás a momentos la metateatralidad se acaba escapando un poco de las manos…
El reparto es el otro gran acierto de esta comedia. Pep Cruz y Marissa Jossa están extraordinarios y dotan a sus personajes de una ternura y una humanidad que traspasan. También destacan Màrcia Cisteró, Ramon Vila y el joven Lluís Marquès, que se estrena en el reparto haciendo el personaje que en otras versiones anteriores hicieron Bruno Oro o Enric Auquer. Un gran espectáculo que tendría que volver todo las Navidades y hacerse ya tradicional… ¡aunque esto no sea Nápoles!