Esta pieza de Flora Détraz, cuyo rostro algunos reconocerán por Bacantes de Marlene Monteiro Freitas en el Mercat de les Flors, es una pieza coral, grotesca y llena de júbilo que nos remite a la era medieval y nos envuelve en un mundo lleno de contradicciones.
Nada más entrar a la sala nos encontramos a cuatro mujeres sentadas en una mesa con sus coletas atadas a grandes armas que cuelgan del techo. Lo que parece que las condena, también funciona como contrapunto y les ayuda a mantener el equilibrio. Al mismo tiempo, lo que inicialmente parecía una mazmorra medieval de la tortura se convierte en una comedia musical con tonos de clown cuando las cuatro intérpretes llenan el espacio con sus canciones y juegos de voz.
Siguiendo la línea de las contradicciones, observamos que mientras la voz juega un papel grandilocuente el cuerpo presenta una gestualidad pequeña. Fragmentan el cuerpo para trabajar distintas partes de forma separada. Esto se refuerza con la escenografía y el diseño lumínico, haciendo que la parte superior e inferior del cuerpo de las intérpretes se muestre de forma independiente.
Las performers transitan por distintos territorios interpretativos, algunos más animales, otros más espirituales o masculinos. Pero siempre mantienen esta composición de pintura medieval. El espacio es totalmente bidimensional, no hay perspectiva y las intérpretes nos miran de forma frontal constantemente, rara vez se cruzan miradas entre ellas, como si se ubicaran en un escaparate. Sin embargo, es tal la conexión y escucha entre ellas que esto no es problema a la hora de ejecutar movimientos en coreografía. Además, las frutas y flores en sus cabezas nos remiten a una representación de la feminidad, basada en lo natural o lo fértil, de la que estas mujeres parecen jactarse. En definitiva, una divertida, hipnótica y surrealista pieza cuyo título, según su propia autora, significa Rebelión.