Seguridad y presencia escénica

Muñeca de porcelana

Muñeca de porcelana
21/02/2017

David Mamet y José Sacristán son dos nombres que, por si solos y por separado, despiertan interés y curiosidad a cada nuevo estreno. El problema de juntarlos no es que no puedan funcionar en una misma obra, sino que los públicos de uno y del otro quizás buscan cosas diferentes. De esto me di cuenta el otro día, cuando en medio de la función muchos de los espectadores de mi alrededor no parecían mostrarse muy interesados por la propuesta, ofreciendo un molesto concierto de ruiditos, ataques de tos, móviles e, incluso, ronquidos. Por lo que me han dicho, no es un problema aislado, cosa que preocupa… pero también demuestra que a veces los espectadores y los espectáculos con actor famoso pueden seguir caminos separados y paralelos, que nunca llegan a encontrarse.

Muñeca de porcelana es una obra que Mamet hizo a la medida de Al Pacino. Por lo tanto, quizás no estamos ante una obra totalmente libre ni del todo redonda, pero el estilo seco y cortante del autor es fácil de reconocer. El personaje principal podría haber salido de Glengarry Glen Ross, y la evolución de la historia nos acerca a una peripecia parecida a la de otras obras. De hecho, los giros argumentales o los personajes con golpes escondidos son otras de las marcas de la casa. Sacristán, por su parte, se apodera de la función con la seguridad y la presencia escénica que le dan años y años de experiencia. Quizás el final no está a la altura de su gran interpretación, pero pienso que aquí el error ha sido del director (Juan Carlos Rubio), que por otro lado nos ha ofrecido una producción más que correcta y bastante bien servida.

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