Ya hace cinco años que Carmen Marfá y Yago Alonso estrenaron esta obra en la Flyhard “Instrucciones para enterrar a un padre” justo antes de que se desencadenara la pandemia de la COVID, en la que muchos tuvieron que vivir de forma dramática la muerte de un familiar. Fue como una premonición macabra, con muchas muertes inesperadas y sin poder ser acompañadas por la familia. Pasada esa pesadilla, la reposición vuelve con otro título en un momento normalizado pero poniendo de manifiesto lo difícil que puede ser para algunos pagar el entierro de un familiar, su precio inalcanzable para muchos, del negocio de las funerarias y de la poca sensibilidad de los bancos en momentos de necesidad.
Es la excusa también para hablar de las relaciones entre los miembros de la familia, momentos de confidencias siempre escondidas y disimuladas, de sinceridad que ayuda a fortalecer las relaciones madre-hijo-nieta. Todo esto aderezado con bromas muy nuestras, muy arraigadas en la cultura popular catalana. Mercè Arànega, Francesc Ferrer y Mia Sala-Patau no podían haber sido mejor escogidos. Están espléndidos en los papeles de un texto ágil como nos tienen acostumbrados los dos autores.
Es una comedia de enredos en la que cada vez van surgiendo las situaciones más grotescas y rocambolescas que nos hacen reír por absurdas y desproporcionadas, pero en el fondo todo es real y puede ser posible. La escenografía de Enric Planas facilita los cambios de escena con tanta agilidad que no permite que se desvanezca la sonrisa de tu cara.
Reímos de lo que conocemos, de lo que está cerca de nosotros, de lo cotidiano. La muerte está presente siempre y, por eso podemos decir que la muerte es algo cotidiano. Aunque no ocurra a diario, la muerte puede formar parte de la cotidianidad como una presencia latente y como una realidad constante.