Lo que queda de Medea

MDA, Medeas con cava

10/10/2015

Medea es uno de los personajes más relevantes de la historia del teatro, un personaje de casi 2500 años pero con una pasión y una energía que perduran hasta día de hoy. Medea es el germen de todo y también la causa. Es por este motivo que ha tenido mil versiones, mil caras… y es también por eso que ahora puede reaparecer bajo el nombre de Pepa y no transfigurar para nada su esencia. Medea, a pesar de estar recluida en una especie de sanatorio, sigue siendo la mujer torturada por los remordimientos, los celos y la traición. Ahora Jasón es Paco, un actor que ha triunfado de la nada y que es perseguido por la prensa del corazón, pero que en el fondo sigue siendo el origen de la tragedia. La primera gran tragedia en la que aparecen algunas de las más famosas víctimas colaterales de la historia…

En la versión de Kléber Ruiz Bosque se ha optado por un texto completamente nuevo, con pinceladas de Eurípides o Heiner Müller. Aquí sólo importa el personaje y su drama, al que se intenta dar una pátina de contemporaneidad que se consigue sólo a medias. Puestos a hacer una versión, quizás habría sido mejor no bucear tanto en el mito y hacerlo aflorar a través de los nuevos personajes. No hacía falta impregnar de poesía y de un lenguaje pretencioso toda la primera parte o la mayoría de intervenciones del «tercer personaje», que sólo funciona cuando se convierte en una duplicación de Medea. Creo que lo mejor del montaje es la cena, y la consecuente pelea, entre los dos personajes centrales, así como las imágenes -proyectadas o no- que nos insinúan una voluntad estética determinada. Por último, destacar la esforzada interpretación de Mariona Casanovas, que hace de su personaje un interesante cruce entre Medea y Norma Desmond. Recomendable especialmente para todos aquellos a los que les gusta ver todas las posibilidades que se esconden detrás de los grandes clásicos.

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