Después de cualquier tragedia, todo el mundo busca culpables: los afectados, los portavoces de la policía, los políticos, los medios de comunicación, el resto de ciudadanos… Es un mecanismo inherente en la psicología humana: encontrar una respuesta lógica en una pregunta que, probablemente, no tiene ninguna. Mata el teu alumne habla sobre esta búsqueda de responsabilidades ante un hecho traumático, en general, y, en concreto, sobre la influencia de la literatura (como referencia de la ficción) sobre los individuos. En la obra, un profesor coge una raqueta de tenis y le revienta la cabeza a uno de sus alumnos después de haberlo leído en una novela. Este hecho, salpicará a todo el mundo: a su mujer, a su hijo… pero también al autor del libro que le dio la idea.
El texto de Carles Mallol plantea este tema con inteligencia y humor negro (muy negro), y una habilidad especial para evitar los tópicos, los estereotipos y la demagogia. Pero lo más interesante de este montaje es el juego de dualidades que propone entre las dos familias: la del asesino y la del escritor. En los dos casos, un padre, una madre y un hijo interpretados por los mismos actores. Mallol nos habla de dos realidades que se reflejan mutuamente y se retroalimentan y que, junto con una tercera (la del libro), dotan al relato una profundidad inusitada. Desgraciadamente, la trama acaba para enredarse en ella misma, cayendo en ciertas reiteraciones que la desmerecen un poco. A pesar de esto, el espectáculo no pierde nunca el sentido del ritmo, el interés ni el excelente pulso dialéctico que se mantiene durante toda la historia. Hay que destacar, además, el trabajo interpretativo de unos fantásticos Pepo Blasco y Maria Pau Pigem, y un Quim Àvila que ya nos dejó con la boca abierta en la reciente Ricard de 3r y aquí vuelve a demostrar su gran talento como joven promesa de nuestro teatro.