La compañía El Eje presenta en la sala Tantarantana una adaptación de ¿Quién teme a Virginia Woolf? de Edward Albee que no deja indiferente a nadie del público. Se trata de una adaptación libre y rompedora, concebida desde la voluntad de incomodar a sus personajes y a su público.
Mar Pawlowsky, Eric Balbàs, Jordi Samper y Maria Hernández representan a dos parejas que, tras una exposición de arte, van a casa de una de ellas a tomar una copa. Con una interpretación destacable y enérgica, los actores llenan el teatro de gritos y situaciones violentas que llevan al público a una posterior reflexión acerca de las relaciones amorosas contemporáneas basadas en el amor romántico.
La obra trata, principalmente, de mostrar los problemas que presenta el modelo del amor romántico, que en la obra acaba por llevar a los personajes a vivir vidas que los destruyen. Se trata de una mirada a la destrucción basada en los vicios sociales que, en muchas ocasiones, se permiten sin ningún problema: forzar al miembro de la pareja a buscar un hijo, las infidelidades excusadas, el acoso, la violencia machista…
El Eje presenta una obra en la cual se trata de poner en el punto de mira muchas actitudes y comportamientos que, por desgracia, pueden ser habituales a nuestro alrededor. Masticar hielo lleva estas situaciones al extremo, a una degradación física y psicológica que meten al público en una espiral de gritos y violencia que acaba por mostrar el lado oscuro de las relaciones tóxicas.
En síntesis, cabe destacar que es una obra con un mensaje muy potente. Su escenografía es simple pero útil: un salón con cuadros y un minibar. A partir de un planteamiento modesto, se acaba por revertir lo que el público podría esperar de dos parejas tomando una copa. Pese a esto, mi experiencia personal no fue muy placentera. No sé si debido a un público que voceaba y aplaudía a mitad de representación o a fallos de la obra, no acabé conectando con ella. Para mí—aunque luego me llevara a reflexionar—me resultó un recital de gritos y violencia que se quedó llano: el abuso de los recursos del grito y la violencia acabaron por quitarle la fuerza expresiva.