Si conocéis el trabajo de Jessica Walker seguro que no esperaréis un montaje convencional ni un monólogo histórico sobre María Antonieta. Y haréis bien, porque justo entrar en la sala nos encontramos a la reina de Francia totalmente desnuda, colgada de unas telas de terciopelo rojo que caen encima de una cama. A partir de aquí, un recital de suspiros, aspavientos y risitas que nos transportan a la parte más frívola de la corte francesa. Una parte no exenta de humor que nos adentra en todas las intrigas de palacio, en la vida totalmente programada de la protagonista y en las miserias de una monarquía que lo tenía todo, menos sentido común. Es por eso que seremos testigos del ascenso de la revuelta popular, paralelamente a la evolución del personaje, que al menos en el montaje que nos ocupa acabará poniendo la cabeza en la guillotina mientras grita «Viva Robespierre, viva Danton, viva la Revolución». Y es que esta María Antonieta, que vemos en las facetas de reina, de amante, de madre y de víctima, se acaba rebelando contra todo, sobre todo contra lo que ella misma ha representado a lo largo de la historia. El texto quiere romper la visión superficial del personaje y en esto tiene mucho que ver el trabajo descarnado y atrevido de Analía Puentes, que también es coautora de la dramaturgia junto con Camilo Zaffora.
¡Enlace copiado!