Cuando se entra en el teatro, una cama de matrimonio vacía preside la escena. Es el lugar donde conoceremos a la protagonista, puesto que esta cama es la culpable de sus desazones y de su obsesión. Y es que Yerma es una mujer obcecada por un problema, en este caso el de no quedarse embarazada. Al contrario de otros dramas lorquianos, no es sólo el entorno el que condiciona el futuro del personaje sino que es la misma Yerma la que irá alimentando en su interior una angustia y una sospecha que acabarán destruyéndola y que de paso arrasarán con todo lo que haya a su alrededor. Creo que esta obra se tiene que entender como un drama sobre la obsesión, puesto que si nos ceñimos al argumento estaríamos -como en otras obras del poeta- ante un drama rural de una época muy concreta. Por suerte, el lenguaje y la sobredimensión de los personajes lo hace todo más grande, más universal y más coherente.
Projecte Ingenu ha intentado encarar la obra con naturalidad, sacándose de encima viejos tópicos y cogiendo el drama desde la esencia. Es cierto que se han conseguido momentos de gran belleza, como cuando la cama empieza a llenarse de arena, y se han resuelto bastante bien escenas complicadas como la de la fiesta pagana, pero en un sentido global me ha dado la sensación de que se había perdido a Lorca en algún momento. El poeta y dramaturgo andaluz, como todos los grandes autores, lo aguanta casi todo… pero la naturalidad a veces le es un poco esquiva. Lorca es desmesurado, apasionado, trágico… y quizás esta fuerza es la que he echado en falta. Aún así, el montaje defiende bien sus ideas, y el reparto cumple con creces las premisas que se le han dado.