No se puede negar que los suecos Björn Ulvaeus y Benny Andersson -el alma de Abba– tienen un olfato comercial equiparable al del Sr. Ikea. Cuando deciden, en 1999, reciclar todos sus viejos éxitos en el musical Mamma mia! estaban dando vida a un monstruo de proporciones inimaginables: representaciones en 40 países, 60 millones de espectadores, 16 años en el West End, una película que recaudó más de 600 millones de dólares, etc. Para hacerlo se rodearon de los mejores, una pandilla de británicos especializados en convertir cualquier argumento y cualquier anécdota en un musical triunfador. La ágil dirección de Phillida Lloyd, un decorado funcional pero efectivo, un vestuario vistoso, una iluminación brillante y unas coreografías de primera garantizan que la franquicia pueda rodar por medio mundo sin sustos. En España llegó hace 11 años, y ahora vuelve para repetir la fórmula.
Es cierto que durante las diferentes temporadas en Madrid, en Barcelona o en gira el reparto ha sufrido muchos cambios, a pesar de que siempre se ha mantenido a Nina en el papel de Donna. La actriz y cantante -la que más veces ha interpretado el papel en todo el mundo- se rodea ahora de Paul Berrondo, Olga Hueso, Eva Diago y Clara Altarriba, que en el papel de la hija se consolida como una de las promesas del teatro musical autóctono. Todos juntos consiguen contagiar al público el buen rollo que desprenden las canciones. Sí, es cierto que el argumento es una tontería y que una segunda parte más íntima no es suficiente para dar peso a la trama… pero que más da si el objetivo principal se consigue con creces. Te gusten más o menos los musicales, ni yo ni nadie puede negar que Mamma mia! da todo lo que se espera de ella… que no es poco.