La verdadera intención de Lush Fields es acercar los bailarines al público y romper definitivamente la cuarta pared. Podríamos decir que esta intención se consigue del todo, pero la idea de dialogar con la arquitectura y de reflexionar sobre la problemática entre forma y diseño ya serían harina de otro costal. Creo que este espectáculo funciona por el espacio escogido -en este caso, la polivalente e interesante Sala Badabadoc– y por la proximidad, pero no tanto por el concepto en sí o la brillante ejecución de los bailarines. Pienso que todo es demasiado frío e inconexo, sin lugar para la emoción, la reflexión o el debate. En este caso podríamos decir que la forma se ha comido el contenido, a pesar de que siempre es un gozo que te bailen prácticamente encima, escuchando la respiración de los intérpretes y valorando en primera línea el esfuerzo que supone lo que, de lejos, parece tan fácil.
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