Que Sándor Márai tiene una prosa exquisita y que Christopher Hampton (Las amistades peligrosas) es un adaptador de prestigio son dos verdades irrefutables. Ahora bien, ¿es suficiente juntar dos talentos como estos para conseguir una obra de teatro potente y que funcione? A mí me ha parecido que no, y a juzgar por la utilización de recursos metateatrales un poco ingenuos, podríamos decir que incluso el director no ha tenido la confianza suficiente para ceñirse exclusivamente al texto y a la propuesta inicial. Una propuesta aparentemente simple -el reencuentro y enfrentamiento entre dos viejos amigos después de muchos años- que esconde toda una reflexión sobre la amistad, la traición y todo lo que a menudo intuimos o sabemos… y que no queremos aceptar.
La versión teatral de Folk acaba estancando, tal vez porque también se estanca la adaptación inicial de Hampton. Sea como sea, la pieza brinda la oportunidad de grandes interpretaciones, y aquí tanto Abel Folk como Jordi Brau se entregan con todas las ganas. Mención aparte merece Rosa Novell, que con un pequeño papel consigue transmitir fragilidad y fuerza al mismo tiempo. La escena en que escucha y describe la Polonaise-Fantaisie, de Chopin, ha sido para mí el momento mágico de la función. Y es que los grandes artistas no hay papel que acabe resultando pequeño…