Este clásico de Jean Genet aborda como tema central el conflicto de clases, al relatar la vida de dos criadas bajo el yugo de una señora autoritaria. Si vamos más allá, sin embargo, veremos que se trata de un conflicto identitario. En el primer acto descubrimos a estas dos criadas jugando a su habitual ceremonia en la que Claire interpreta a la señora y Solange interpreta a Claire. Un perverso juego entre realidad y ficción donde las identidades se intercambian y se fusionan. Las criadas discuten entre ellas mostrándonos su conflicto interno, como si de la misma persona se tratara. Una quiere ser como la señora y agradece que les haya dado trabajo durante tanto tiempo, la otra sencillamente la odia y prefiere matarla.
Ambas son seres alienados, llenas de rabia y aisladas de su entorno. Dos mujeres enjauladas y condenadas a repetir los mismos rituales y mantras cada día, alimentándose mutuamente hacia un proceso de enloquecimiento que solo puede terminar en un desenlace fatal. La trama guarda un gran paralelismo con el resonado caso de las hermanas Papin; dos asistentas de Francia que asesinaron a su señora 14 años antes de que Genet escribiera Las Criadas.
En el segundo acto conocemos a la señora, interpretada por Jorge Calvo. No es casualidad que lo interprete un actor masculino, tal y como le gustaba a Genet, quizás para enfatizar este juego de espejos. Además de ser el personaje más cómico de los tres por el tremendo abismo entre la imagen que tiene de sí misma y la imagen real que ven las criadas, y los espectadores, este personaje trae al escenario una de las citas más interesante y propias de la carrera de Genet. “Yo no voy al teatro para verme representada como soy en la realidad, yo voy al teatro para verme tal y como yo no sabría ni me atrevería a mirarme en la realidad.”
La puesta en escena de Luis Luque es aséptica y efectiva, con una plataforma giratoria y unas proyecciones de vídeo que nos permiten ver lo que sucede en off mientras los intérpretes se ubican detrás de la pantalla. Una propuesta estéticamente potente que remarca la artificiosidad en contraposición al relato costumbrista que nos cuentan estas desgraciadas criadas.