Julio Manrique dirige esta increíble comedia con puntos dramáticos de Mike Bartlett; un inteligente y divertido retrato del idealismo de juventud y el devenir de la sociedad capitalista actual a través de la historia de una familia a lo largo de 40 años.
Este retrato generacional lleno de ironía y sarcasmo arranca con un recuerdo algo nostálgico de la época hippie de los sesenta, cuando Laia Marull y David Selvas se conocen siendo unos adolescentes idealistas. Para los 90, esta pareja que ha tenido dos hijos están ya agotados de trabajar por cumplir con el sueño neoliberal de vivir en un adosado y cuando finalmente llegamos al 2011, son sus disfuncionales hijos, interpretados por Clara de Ramon y Marc Bosch, los que toman protagonismo para echar en cara a sus padres las falsas promesas en las que los han educado. Ninguna de las generaciones queda libre de reproches y cualquier espectador podrá verse reflejado en unos u otros.
Representar este paso del tiempo sobre el escenario no es sencillo, pero lo logran con nota. No sólo por el trabajo de caracterización y vestuario, sino por unas interpretaciones excelentes que son capaces de mostrar el cambio actitudinal de los personajes a lo largo del tiempo. Así, viajamos desde el idealismo de finales de los 60 con el sonido de The Beatles, a la explosión neoliberal de los 90 a ritmo de The Verve para acabar en el cinismo más desesperanzado del 2011 con Amy Winehouse. Además, las transiciones entre actos se sirven de unas proyecciones sobre una malla translúcida que difumina la escena en los primeros dos actos para desaparecer en el último.
Al final de la obra, cuando volvemos a escuchar “All you need is love” de The Beatles, el tema ha sido totalmente resignificado. Ya no es un mensaje tierno y optimista, sino un puñal cínico para una generación que no puede permitirse ni un alquiler. Nuestros padres pensaban que iban a cambiar el mundo, y lo único que hicieron fue comprarlo.