Los oscuros juegos de la memoria

Los niños oscuros de Morelia

Los niños oscuros de Morelia
09/01/2019

Un hecho real. Un barco cargado con más de 450 niños, hijos de republicanos, humildes unos, señoritos los otros, camino de un internado en México. Huyen de la Guerra Civil, del otro bando, de las 3 Españas (gran y olvidado concepto, el de los atrapados en medio de radicalismos), en algunos casos parece que incluso forzados ante reticencias de sus padres. El exilio siempre es una tragedia. Ni espera la tierra prometida ni la vuelta será fácil. El viaje en sí mismo suele ser dramático. Ese barco se dirige a un futuro que ya vislumbran será tenebroso.

En un camarote cerrado por dentro, con una bañera como único elemento a disposición de su imaginación, dos niños comparten juegos siniestros y es que los niños tienen la virtud de exorcizar lo malo –abusos, ejecuciones, traiciones, la guerra…- jugando. Los juegos se suceden y así vamos conociendo sobre todo a uno de ellos y sus circunstancias. Quieren jugar, se obligan a ello, se pelean, se atraen, se cuentan secretos ya repetidos… Y siempre presente, una maleta cerrada que encierra el futuro. El futuro en un internado donde no los recibirán con los brazos abiertos sino al revés: no dejan de ser refugiados que huyen para llegar a donde no los han llamado. Y esa segunda parte, la de la vida en el orfanato, apunta también a tan apasionante, oscura y trágica como lo fue el viaje. De hecho, sales con ganas de saber más de ese epílogo.

Hay un juego oscuro de seducción y repulsión. De olvido y memoria. De pasar página pero no olvidar. O de olvidar para recordar, en este texto de Albert Tola (Sarab) que supone el debut en la dirección de la intérprete Elena Fortuny (Un disgust danès, Històries d’Istanbul). Impecables sonido, iluminación, movimientos e interpretaciones de Rodrigo García Olza y Lluís Marquès (se alterna con Marc Pujol).

En resumen: propuesta íntima, poética, oscura, cierta y con toques de humor para aliviar la tensión que va creciendo y creciendo, como la oscuridad que envuelve a estos niños. Lo cierto es que no es otra historia más de la Guerra civil, un episodio histórico sin más –entiéndaseme bien- sino sobre la memoria y cerrar puertas sabiendo qué queda atrás.

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