Una manera de exorcizar fantasmas

Los niños oscuros de Morelia

Los niños oscuros de Morelia
12/01/2019

Hay obras, como esta, que por su planteamiento y el hecho histórico que quieren retratar provocan de entrada cierto interés. En este caso la historia es uno de aquellos episodios de la Guerra Civil que causan estupor y sorpresa, sobre todo por no ser tan conocidos como otros. El 1937 un barco cargado con 456 niños y niñas, hijos de republicanos, zarpó hacia México con el objetivo de que pasaran unos meses alejados de la violencia y la miseria que ya se había instalado en el país. La mayoría de ellos no volvió. En Los niños oscuros de Morelia dos únicos actores se ponen en la piel de unos adolescentes y se ocultan en el interior de un camarote para exorcizar fantasmas de su presente más oscuro. Sus fantasías se mezclan con la cruda realidad, dando pie a una serie de relaciones que pueden resultar confusas para el espectador. De hecho, el modelo narrativo en el que se basa fluctúa entre un estilo más literario y un discurso dramático basado en el cambio de roles y el juego de personalidades. Creo que esto no juega a favor de una obra que quiere ponernos delante unos hechos reales y que intenta, sólo a ratos, flirtear con el teatro testimonial. Demasiados elementos, y demasiado diversos, para que el conjunto funcione del todo. A pesar de todo, la pieza permite el lucimiento de Rodrigo García Olza y Lluís Marquès en un ejercicio interpretativo bastante exigente.

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