Atrevidas, lenguaraces... y fantásticas

Los fantasmas de las Glorias

Los fantasmas de las Glorias
13/05/2016

Las Glorias se gestaron ya hace más de diez años en  los pasillos del metro y desde entonces han sido un trío, después un dúo, y ahora un dúo con invitada especial. Han pasado por pequeñas salas, por muchos bares –demasiados bares-, y también por teatros importantes… que no las han tratado cómo se merecían. Hacen un cabaret indescriptible, basado sobre todo en la catástrofe, en el papel de la vedette que ni sabe cantar ni bailar… pero sí que sabe criticar. Y en esto tienen una gran habilidad. Critican a la profesión, al público… y también se critican entre ellas. Pero tienen tanta gracia al hacerlo que todo el mundo repite y participa de un tipo de catarsis colectiva, donde la complicidad entre artistas y espectadores es fundamental. Las Glorias son destroyers, a veces salvajes y lenguaraces… pero también son entrañables y se hacen querer, porque los losers están de moda y ellas lo saben.

En este nuevo espectáculo, que vuelve a ser una muestra de su excesiva locuacidad, hacen un pequeño homenaje a su relación con Sala Beckett y sueltan toda su ironía para hablar del teatro catalán y de los actores, dramaturgos y salas que lo conforman. También tienen tiempo para invocar los fantasmas que las acompañan a todas partes, que no son otros que los de la Xirgu, Lorca, Beckett y un espectador de la Sala de Gràcia que “se murió después de un ciclo de nueva dramaturgia catalana”. Una buena mezcla de temas que salen amontonados y sin freno, al más puro estilo Glorias. Unos temas que, salpicados por indescriptibles números musicales, llevan a los espectadores hacia un final que siempre tarda a llegar… Ellas mismas dicen que no saben acabar sus espectáculos, y el otro día no fue una excepción. Les costó tres intentos, pero finalmente concluyeron un de sus montajes más divertidos, descarados y atrevidos. Sólo os diré que acabaron montando una hoguera con varios ejemplares de la revista Pausa, mientras el público vitoreaba y aplaudía… y todo ello ante Toni Casares, director de la Sala Beckett. Un fantástico disparate del que se tendría que disfrutar mucho más a menudo.

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