Esta obra cuenta con todos los ingredientes necesarios para asegurar una buena comedia sobre el escenario. Por un lado, tenemos dos personajes opuestos que generan un contraste cómico constante. Por otro lado, tenemos una premisa que enfatiza el conflicto y la urgencia entre ambos; dos personajes desconocidos se ven encerrados en un ascensor. Y por último, pero no por ello menos importante sino todo lo contrario, tenemos a Lolita. Diva donde las haya, esta mujer es capaz de conducir el espectáculo y asegurar las carcajadas con su mera presencia y desparpajo.
La primera mitad del espectáculo funciona como un tiro por todas estas razones. La segunda parte, sin embargo, toma una dirección un tanto rocambolesca que no cumple con las expectativas generadas. Lo que podría ser un recurso cómico más, acaba convirtiéndose en un acontecimiento central que condiciona el resto de la obra sin aportar mucho más que un par de bromas previsibles y sacrificando parte del potencial de la propuesta inicial. Esto junto a un final un tanto atropellado, acaba dejando un sabor de boca agridulce ya que la obra no acaba tan bien como comienza.
En cualquier caso, unas interpretaciones tan frescas como reconocibles y un juego cómico lleno de ritmo merecen la pena por sí mismas. Una obra muy recomendable para los amantes de la comedia comercial, de Lolita y de los ascensores. Para los que estéis cansados de las comedias sobre la manida guerra de sexos y los estereotipos de género, quizás no tanto.