Los mismos creadores de este espectáculo lo etiquetan como híbrido, gracias a su fusión de teatro, danza y música en directo. Pero, éste va aún mucho más allá, ya que la convergencia de estas disciplinas se convierten en su propia alma, dotándolo de una personalidad que lo presenta como una apuesta arriesgada, que sin duda va a parar a muy buen puerto. Quizás este sentido del riesgo, con mucho sentido común, es lo que se echa de menos en nuestro teatro en los últimos tiempos, que a veces parece estar estancado en apuestas que se creen seguras y que no acaban de dejar pasar el aire fresco. Afortunadamente, en la cartelera también encontramos apuestas como este Limbo que demuestran que no hacen falta grandes presupuestos para llenar un escenario desnudo y tampoco para emocionar al espectador.
La nueva propuesta del Teatro Gaudí presenta una reflexión en torno a un viaje metafórico que nos muestra como a menudo existe la necesidad de volver a plantear un tema que ya se creía superado a nivel personal y, que en este caso, tiene que ver con la transexualidad. Precisamente, este es uno de los aciertos de la obra, ya que no se limita sólo a hacer un viaje de ida, sino que tiene en cuenta que las aceptaciones personales están marcadas por el pensamiento social y, entonces, una vez asumidas, hay que distanciarse de ellas y valorar de forma individual para ver si lo aceptado es realmente lo que uno quiere. Por lo tanto, el espectáculo nos muestra la necesidad de hacer un viaje de ida y vuelta en el que las vivencias vividas durante todo este proceso nos conducen a unas reflexiones internas que marcan el cambio que en verdad deseamos, en lugar de estar marcado por lo que se supone que deberíamos querer en una situación como aquella. Así, Albert, que antes era Berta, nos mostrará este largo y difícil viaje que hace hasta encontrarse a sí mismo, pasando de lo que piensan unos y otros hasta llegar a saber realmente lo que piensa y quiere él. De esta forma, pasa por un proceso de aceptación personal, lucha contra los diferentes trampas que se encuentra en la no siempre conseguida aceptación social e inicia un replanteamiento personal respecto a lo que ya creía asumido, yendo mucho más allá de las etiquetas que puedan estar presentes dentro de los diferentes colectivos.
El espectáculo cuenta con cuatro intérpretes sensacionales, cada una dentro de su disciplina, consiguiendo todos juntas un espectáculo coral en torno a un único personaje. De este modo, se consigue que durante poco más de una hora se entre en el mundo de Albert y que sumergirnos en sus emociones. Un viaje que, sin duda, nos hará reflexionar, emocionar y disfrutar mucho artísticamente.