Intriga y misterio se unen en esta producción que parte con el reencuentro de unos amigos en una casa en una noche de tormenta. Dos hermanos, después de años sin verla, acogen a una amiga que está de visita después de viajar y trabajar por el mundo. Después de saludarse, ella empieza a explicar como le ha ido en este tiempo y en el momento de darles un regalo que tenía para ellos, descubren que posee una caja misteriosa. Tras mucho insistir, les explica que es un “amuleto” centenario que concede deseos a un alto precio. Y la tentación cae en la casa de los hermanos. También tenemos a un dramaturgo que intenta recordar una idea que borrachera con su amigo, mientras busca a un hombre misterioso, y a un escritor de ciencia ficción intentando explorar los límites del espacio-tiempo.
¿Tienen relación todas estas historias? ¿Están relacionadas? ¿Tienen algún elemento o objetivo común? Bien, se tiene que ir a ver la obra para descubrirlo.
Son pequeñas piezas que se van sustituyendo a lo largo de la producción. El texto va saltando de historia para seguir la trama. Y el público espera que estas cápsulas vayan convergiendo hasta llegar a una resolución final conjunta que, desgraciadamente, no acaba de quedar cerrada como la habitación del título.
El texto te engancha, sobre todo al inicio de cada trama diferenciada, y realmente inquieta el misterio que rodea toda la obra, pero el interés acaba diluyéndose cuando no se tiene la certeza sobre hacia dónde irá todo.
La puesta en escena está muy bien pensada, modelable con cada historia y con un auténtico trabajo sonoro y de iluminación que, en alguna ocasión, eso sí, tiende a sobredramatizar la acción.
Así pues, tiene un planteamiento interesante y parece que tiene todos los elementos para funcionar y mostrar al público una trama de misterio clásica y al mismo tiempo con un replanteamiento interesante… pero lo que empieza de manera prometedora se acaba desinflando con el paso del texto, dejando una obra confusa.