Fue uno de los espectáculos más aplaudidos en el Festival de Avignon y ahora llega por solo dos funciones al Teatre LLliure. Saigón es uno de esos montajes que transcienden su propia idiosincrasia para acabar convirtiéndose en un acontecimiento. No es fácil encontrar una obra coral como esta, de más de tres horas de duración, con actores franceses y vietnamitas que ponen sobre el escenario una parte de la historia de sus dos países, unidos irremediablemente por un pasado colonial. Y lo hacen en un escenario enorme, hiperrealista y a la vez atemporal, porque el restaurante vietnamita donde pasa todo existe en dos épocas y en dos ciudades a la vez. El espacio, junto con las personas que lo regentan (Marie-Antoniette y su sobrina Lam), es una metáfora que engloba las historias de miseria y exilio de Edouard y su futura mujer Lihn, de Hào y su amor imposible con Mai, de Madame Gautier y su desaparecido marido, etc. Una serie de pequeños dramas que se suceden de forma natural, estableciendo resonancias entre el pasado y el presente, y utilizando el espacio como un espejo que nos devuelve el reflejo de lo que fue o de lo que todavía tiene que pasar…
Ya hemos dicho que el espacio escénico es uno de los grandes protagonistas de este espectáculo, pero no nos podemos olvidar de la dirección de Caroline Guiela Nguyen -que sabe utilizar los múltiples elementos de la propuesta con gran convicción- y mucho menos de los actores y actrices. De hecho, el trabajo actoral nace de un trabajo colectivo y demuestra que está creado a partir de verdades, de recuerdos y de sentimientos profundos. Es cierto que la historia deriva a momentos hacia el folletín o el melodrama, pero esto no impide que la dignidad del carácter vietnamita imprima a todo ello la coherencia que precisa el conjunto. Quizás sí que cuesta seguir algunos saltos en el tiempo, que la presencia de personajes intemporales causa una cierta confusión y que algunas escenas se alargan en exceso, pero tal como hemos dicho antes estamos ante una propuesta diferente y única. Una propuesta que, tarde o temprano, tendrá el equivalente en nuestra realidad, porque detrás de cada Doner Kebab, de cada locutorio o de cada bazar oriental tenemos mil y una historias similares. Quién se atreva a sacarlas a la luz estará contribuyendo a un noble y necesario ejercicio de visibilidad.