David Hare es un autor británico bastante habitual en nuestro -Celobert, Vía Dolorosa, La habitación azul- y muy respetado en su país. Prueba de ello es que la pieza de la que hoy hablamos fue estrenada, ni más ni menos, que por dos de las damas más importantes del West End: Judy Dench y Maggie Smith. Está claro que es una pieza para actrices de probada trayectoria (en Madrid la representaron Nuria Espert y Amparo Rivelles) y una sensibilidad bastante especial, ya que en las obras de Hare se habla mucho y se dice muy poco… lo que interesa. Todo queda enterrado bajo las miradas, las complicidades y los pequeños gestos. Un poco al estilo de Pinter, pero menos trascendente y más cercano a un teatro de cierta volada «comercial».
Anna Güell y sobre todo Mercè Arànega afrontan el reto con determinación y naturalidad. Podríamos decir que ellas son el alma de esta fiesta teatral, porque no hay muchos elementos más donde agarrarse. La escenografía busca la cercanía del público, pero parece talmente encajada entre las sillas del patio de butacas… como si hubiera caído desde el piso de arriba. La dirección de Magda Puyo, por otra parte, es bastante convencional. Supongamos que se limita al trabajo de las actrices, que en este caso funciona bastante bien, pero se permite algunas licencias (bailoteo entre escena y escena) que acaban resultando absurdas. Recomendable, en definitiva, para aquellos que persigan una obra de actrices y un texto muy «british» sobre las complejidades del amor… y otros sentimientos.