Que La Zaranda derrocha talento y oficio es evidente desde el primer minuto de El grito en el cielo. La puesta en escena, la escenografía, el movimiento y la interpretación de los actores, la belleza i el impacto de muchas de sus evocadoras imágenes. Todo cuanto vemos nos explica por qué esta compañía lleva 37 años pateándose los escenarios.
Sin embargo, en mi opinión, un texto que empieza con una gran apuesta por la crudeza y el esperpento acaba perdiendo fuelle en una segunda parte que se dilata en repeticiones e iteraciones que conducen a un final y un mensaje mucho más amable y convencional del que apuntaba en un primer momento.
Aunque también puede que yo no fuera público para este espectáculo.