Hay musicales de pequeño formato que a veces pasan de puntillas, casi a escondidas, pero que dejan un gran recuerdo en los espectadores. Esperamos que La vida en pedazos tenga un recorrido más amplio y el reconocimiento que se merece. Se trata de una trama aparentemente sencilla, cotidiana, que se adentra dentro del peligroso terreno de las depresiones y los secretos familiares, un poco al estilo de musicales de referencia como Next to normal o Fun Home. La historia sigue la vida de una mujer a la que el marido dejó por otra, sumiéndola en una profunda crisis de la que no puede, ni parece quiera, salir. Los hijos, desde puntos de vista opuestos, intentarán salvar la situación y sobrevivir en medio de un montón de reproches y acaloradas discusiones.
La música de Dídac Flores Rovira nos sumerge en las tribulaciones de los protagonistas y nos lleva a solos intimistas, más que escenas de conjunto cantadas. Quizás le falta algún leit motiv que dé unidad al musical, pero en general son canciones interesantes que permiten el lucimiento de los protagonistas, especialmente de unas excelentes Marta Ribera i Clara Altarriba. Las dos actrices, vistas en musicales mucho más comerciales y populares, se vuelcan como nunca al matizar sus interpretaciones y sus roles respectivos.
Las únicas cosas que podemos reprochar al montaje son una escenografía un poco desganada o las coreografías que acompañan a algunas canciones. Acaban resultando poco orgánicas, y seguramente no eran necesarias para un montaje de este tipo, en el que brillan otros muchos aspectos. En este sentido, no hay que olvidar la dirección de Xènia Reguant ni tampoco las magníficas escenas que sirven para abrir y cerrar el espectáculo. Todo un acierto.