En la línea independiente, innovadora y actual de la productora, el nuevo montaje de La Brutal plantea un interesante conflicto sobre una pareja de periodistas (fotógrafa y reportero) que vuelven de Iraq a su apartamento de Nueva York, donde tendrán que recuperarse de las heridas físicas y emocionales que les ha causado la experiencia. Escrita por Donald Margulies, el espectáculo usa como telón de fondo el suculento debate sobre los límites del periodismo de guerra para hablar, en realidad, de una crisis amorosa donde la vocación profesional y los objetivos vitales entran dolorosamente en contradicción. Con un cuarteto de intérpretes excepcional, entre los que Ramon Madaula destaca por su magistral naturalidad, lo mejor de la dirección del siempre acertado Julio Manrique es la apuesta por el realismo. La propuesta consigue plasmar, de manera muy sencilla y precisa, el día a día de la rehabilitación emocional de estos personajes en la cotidianidad de su apartamento de Brooklyn. La escenografía, los juegos de iluminación y de sonido también están muy bien utilizados, a pesar de que, por la disposición del espacio, algunas escenas tienen una mala visibilidad para una buena parte del público. Por otro lado, aunque cuenta con una larga duración, la historia resulta muy adictiva, ofrece un abanico muy variado de situaciones divertidas, profundas o dramáticas, y abre una serie de debates de gran valor. Quizás ciertos diálogos tienen algún componente un poco demagógico y la trama coquetea con alguna trampa argumental pero, en conjunto, se nos presenta como una obra muy bien servida y de forma satisfactoria.
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