Era muy difícil adaptar una novela tan mágica como la que da título a esta producción. Como reto era muy importante saber encajar las tres historias que conforman esta narración para poder transmitir la misma sensación que envuelve la lectura del libro. La adaptación de Cristina Genebat y Marta Marco y la dirección de Clara Segura son brillantes, consiguen recoger todos los elementos que hacen de la historia de las tres mujeres de la novela un espacio emocionante y de pertenencia.
La Smita vive en la India y es una dalit (o intocable), es decir, forma parte de la casta más baja de la sociedad y tiene como objetivo que su hija vaya a la escuela y aprenda a leer y escribir para alejarse del futuro que le viene impuesto por la casta. La Giulia es una joven italiana de Palermo que trabaja en el taller de su padre haciendo pelucas como marca la tradición, con cabellos naturales. Podría haber estudiado y haber tenido un futuro diferente, pero decidió aprender el oficio y ahora le tocará salvar su trabajo. La Sarah vive en Canadá y es una exitosa abogada que siempre ha puesta por delante tu etapa profesional, pero una circunstancia la hará replantearse todo su futuro. Tres mujeres aparentemente en las antípodas las unas de las otras, pero que se parecen más de lo que se podría pensar.
El viaje de estas tres mujeres tan valientes se completa encima del escenario con la aparición de una narradora (Clara Segura) que irá poniendo en contexto al público en los saltos entre continentes y ciudades. Y este es uno de los aciertos de esta adaptación. El personaje, omnipresente en el texto original, aquí cobra vida y un cierto papel imprescindible, y hace que todo el resto esté magníficamente bien engranado.
Una escenografía muy sencilla, con tres paredes y tres puertas por donde entras los diferentes capítulos de la historia de estas tres mujeres, y pocos elementos mutables según la escena, ayuda a Cristina Genebat, Marta Marco y Carlota Olcina a dar vida a estas tres mujeres y al resto de personajes que las acompañan. La transformación de las actrices en cada transición es rápida, limpia y muy natural. Cada una se convierte en el personaje que necesita la historia de una manera total y transparente, como si no pudieran dar vida a nadie más… hasta que la narración lo necesita y el cambio camaleónico y total se vuelve a producir excelentemente.
La espectadora no pierde en ningún momento el hilo y está enganchada y conectada con cada una de ellas, como si fuera un cabello más de esta trenza que se está tejiendo entre sus vidas.
Poco a poco, la narración va atrapando al público que va compartiendo los miedos de Smita, la incertidumbre de Giulia y la rabia de Sarah, para después acompañarlas en su valentía, decisión y coraje.
Cuando acaba todo, el teatro queda sumido en un ambiente emocionante y especial, que crea un vínculo indescriptible entre aquellos y aquellas que han visto la obra y que se llevan, de alguna manera, pedazos de la historia enganchados a su memoria.