Imagínate que llegas a la cola de una preselección de personal. ¿Para qué trabajo? No lo tienes claro. Lo único que sabes es que, contigo, se cuentan 50 aspirantes y que nadie sabe cómo será esta selección. A todo esto, súmale el hecho que solo llegar, como espectador, te transformas en uno de estos candidatos y a la primera persona que conoces arriba del escenario es un “duende del bosque” de los que reparten suerte… puede que no se acabe de ver clara la relación entre un hecho y el otro, pero, en principio, la tiene. Se trata de reflexionar sobre la buena y la mala suerte, de manera individualizada en un sujeto.
Solo empezar el espectáculo, hay una interacción directa con el público de la mano de este “duende” que arranca las primeras risas de la obra con un humo sencillo y próximo que, en alguna ocasión, puede traspasar el límite y ofender a un público no acostumbrado a este tipo de feedback. La narración empieza de una manera muy potente a modo de reflexión de la tenacidad y la voluntad de las personas, enmarcada en el escenario de una preselección laboral, pero se va deshinchando a medida que la trama avanza. El objetivo de la obra no acaba de quedar claro, sobre todo cuando llega el final de esta y tenemos de sobreentender que nos quieren explicar con el espectáculo.
El hecho que de los cuatro personajes dos no tengan un papel claro tampoco ayuda – ¿son dos preseleccionadores?-. Los otros dos sí que tienen un objetivo – el duende y el candidato al trabajo-, pero son personajes y actitudes que quedan desdibujadas a medida que va avanzando la obra.
Da la sensación que el texto nació como un sketch que se quiso alargar, y eso provoca que las diferentes escenas que se ven se hagan largas para el espectador. Un guion más corto, un montaje más picado o alguna escena más habría mejorada el ritmo y la sensación que acaba teniendo el espectador.
Aun así, es un texto que anima a reflexionar y sonreír durante una hora. Apto para aquellos espectadores con ganas de ver un espectáculo diferente.