Jorge-Yamam Serrano ha dado un salto espectacular desde Camargate hasta La revelació. Ha pasado de una pieza demasiado estática y que tenía más de documental que de trama activa, a una obra dinámica, trepidante y redonda, que parece más bien un thriller político-tecnológico. A través de tres escenas en las que hablan los tres protagonistas, Assange, Manning y Snowden, La revelació retrata el periplo de los whistleblowers, aquellos que denuncian los abusos de poder, porque disponen de los medios para hacerlo —tienen acceso a documentos clasificados—, pero sobretodo, porque quieren hacerlo —tienen ética personal y un coraje a prueba de bomba para hacer frente a todo tipo de adversidades.
¿La revelació es teatro documental, político? Podríamos decir que sí, pero va mucho más allá de esta etiqueta. Aunque el programa de mano advierte que todos los diálogos que salen son reales, parece más bien un thriller fruto de la imaginación de algún autor de best-sellers. Para recordarnos que la historia siempre se repite, en un punto intermedio de la obra, el autor retrocede 400 años y nos muestra la escena en la que Galileo abjuró de sus teorías científicas para que la Inquisición no lo condenase. Galileo no hacía política, pero sí que alteraba de manera radical el orden establecido por la Iglesia, que basaba la ciencia en la teoría geocéntrica aristotélica.
La revelacióes una obra conmovedora, dura, pero muy dinámica y sobretodo, que incita a la reflexión. Es una obra contra el abuso de poder —público o privado—, que hasta en democracia nos pretende controlar con sistemas tecnológicos sofisticados de los que nadie queda al margen a partir del momento en que todo el mundo lleva un móvil en el bolsillo.
A mí que no me interesa demasiado el teatro político, La revelació me pareció una obra brillante e incisiva, que conmina a preguntarnos si realmente vivimos en el mejor de los mundos.