Con motivo del festival Grec de Barcelona, llega al teatro Goya La resposta, un texto de Brian Friel bajo la dirección de Sílvia Munt. En la obra se presentan un seguido de preguntas existenciales debido a la situación vital del protagonista, Tom, preguntas a las cuales se tratará de responder mediante la evolución de la acción dramática y la intervención de los distintos personajes.
Hay un seguido de problemas que provocan que la representación de La resposta acabe por no ser, bajo mi punto de vista, satisfactoria. En primer lugar, la acción dramática tiene los ingredientes para encarnar un gran drama, pero acaba por quedarse en una serie de conversaciones sobrias y poco creíbles. Pese al gran elenco y al gran autor, el texto parece no estar a la altura y el espectador no empatiza con la acción, provocando que la representación se vuelva muy larga, demasiado incluso.
En segundo lugar, no parece haber ningún momento de clímax dramático a lo largo de toda la representación. Ya sea por la ausencia de ello en el texto o por la monotonía que supone la representación por parte del elenco, la obra mantiene un tono sobrio perpetuo que no cristaliza en ningún momento en el cual el espectador pueda conectar con lo que se está representando. No hay clímax, catarsis, evolución de personajes… O, al menos, se da pero no se aprecia debido a la distancia emocional entre la acción y el público.
En síntesis, hay varios motivos por los cuales La resposta no acaba de ser la gran representación que mucha parte del público esperaba. Es la prueba perfecta de que no basta con un buen autor y un buen elenco. Una actuación muy sobria, con una puesta en escena que dividía la atención del público (acciones que se superponían y personajes que no parecían estar ni en la misma representación), ingredientes que provocan que el resultado sea insatisfactorio. Quizás hay demasiadas preguntas, demasiado texto… quizás la clave hubiera sido cuidar lo esencial: emocionar al público.