La vida que se sueña, que se espera y se desea se contrapone muchas veces con la realidad, al asumir las cosas que van sucediendo. Una vida feliz y llena puede convertirse en una pesadilla dolorosa y asfixiante por mucho que se haga o se luche. Siempre queda la esperanza que un día todo puede ir a mejor.
Que Mercè Rodoreda es una experta en narrar de manera muy personal y humana la vida de aquellos que sufrieron la Guerra Civil y la posguerra no es ningún secreto. De esta obra se han hecho muchas versiones, en teatro y también en televisión, y se mire como se mire siempre se reconoce el pincel de la escritora para dibujar cada uno de las características de sus personajes.
La Natàlia una noche de baile conoce a Quimet, con quien acaba festejando y casándose. Llega la República y todo parece posible, una familia en un piso con terraza que cría palomas y va descubriendo como cambia el país. Ella se convierte en la Colometa, esposa y madre por encima de cualquier otro hecho. Pero la alegría decae con la llegada de la Guerra y, lo que es peor, con la posguerra.
En esta nueva versión, 11 actrices dan vida y voz a la Colometa, ella que nunca abrió la boca hasta que ya no pudo más, que vivió en silencio porqué las palabras no le pertenecían. Es un montaje emocionante y poético que absorbe a la espectadora y la hace navegar por narración atrapando cada una de las vidas de la Natàlia a través de los años.
El escenario es, literalmente, una hoja en blanco donde se relata y se construye la vida de la protagonista desde sus inicios. Los años que pasan y aquello que va llenado el piso de casados se va distribuyendo y materializando en el suelo del escenario. Incluso las palomas llegan a tener una presencia significativa, de una manera simbólica y muy elegante. Con la posguerra y la pérdida de vidas -y de las ganas de vivir- los objetos que habían construido el hogar de la Colometa van desapareciendo en la historia y también en la escena.
El detalle y la sutileza con que Carlota Subirós dirige la narración a través de estos elementos físicos, las voces de las diferentes actrices y la música conforman un todo orgánico que produce un viaje histórico y sobre todo emocional para el público. Una delicia plástica encima de un escenario lleno de pasión, amor, tristeza y mucha soledad.
Clara Aguilar (música en directo), Lurdes Barba, Màrcia Cisteró, Montse Esteve, Paula Jornet, Vicenta Ndongo, Neus Pàmies, Anna Pérez Moya, Alba Pujol, Vanessa Segura, Yolanda Sey, son Natàlia. Son una representación muy variada de edades diferentes, de momentos distintos en la vida, que se unen al unísono en una misma voz. Muestran que el texto es atemporal, que la Colometa puede ser muchas personas y todas al mismo tiempo.
La virtud indiscutible de la pluma de Rodoreda es que sus palabras siempre son un hilo directo a los pensamientos y emociones más íntimas y más escondidas en tiempos difíciles y convulsos. Puede haber muchas versiones en la forma, pero al final la esencia de su obra queda impregnada en cada rincón de la producción.