Cuando supe que esta obra iba sobre una partida de póquer pensé que no me gustaría, al igual que detesto las películas que sobre béisbol o fútbol. Por suerte, estaba muy equivocado. La partida se enmarca dentro de la mejor tradición de la dramaturgia anglo-americana, y sus personajes, como en tantas otras obras de este tipo, son una panda de perdedores que buscan rehacer sus relaciones personales… sin saber cómo. Hay algo de Shepard y LaButte en la función y muchas de Mamet, pero podríamos decir que Patick Marber -a pesar de ser británico- ya tiene una voz propia dentro del mundo teatral y cinematográfico de Estados Unidos, donde sus obras y guiones se han adaptado con bastante éxito (Closer, Diario de un escándalo, etc).
La versión que vemos en el Romea es minuciosa y está muy bien dirigida por Julio Manrique, al que sólo se le puede reprochar el baile country de descanso y alguna escena demasiado gritada. De todas formas, todo esto son bagatelas en medio de una función muy complicada que finalmente se resuelve con ingenio y que atrapa al espectador de principio a fin. También tienen mucho que ver los actores, que se ajustan a sus roles a la perfección. Es cierto que el personaje de Marcos Rodríguez llama mucho la atención por su efervescencia, pero yo me quedo con la magistral interpretación de un inmenso Ramon Madaula. Sólo por él ya vale la pena acercarse a esta partida de póquer…