Es muy importante que mujeres dramaturgas y directoras como Marta Aran tengan su espacio en nuestra cartelera. No sólo se trata de una cuestión de igualdad y de justicia social sino de que la visión femenina, de forma natural, pone sobre la mesa temas de gran importancia inherentes a sus vivencias y perspectivas, sin los cuales el relato cultural queda incompleto. Hay que celebrar, por lo tanto, que un espectáculo como La noia de la làmpada aborde la cuestión de la maternidad y todas las presiones que tienen que sufrir las mujeres de su entorno familiar y laboral sólo por el hecho de tener hijos o llegar a la edad de tenerlos. El texto es un ejercicio de sutileza, ironía y acierto formidable, donde el realismo no está reñido con la dureza, el sentido del humor ni los matices. Un grupo de actores encabezado por Lara Díez defiende con fluidez y honestidad una propuesta donde los conflictos aparecen para abrir debate y no para pontificar tesis preestablecidas. La grandeza de esta pieza es que deja clara la problemática pero también todos los puntos de vista, cosa que enriquece el relato y lo hace infinitamente más cautivador. En este sentido, el personaje de Oriol Casals, como hombre machista (pero no odioso), víctima de su educación y, al mismo tiempo, cargado de argumentos razonables, es una de las figuras masculinas más interesantes que hemos podido ver últimamente en nuestros escenarios. Aparentemente sencillo pero muy hábil en su desarrollo, el montaje saca todo el provecho del pequeño formato y deja en el aire un buen puñado de preguntas y reflexiones de gran valor.
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