Tocar fondo, no ver la salida. Soñar con un presente mejor. Mirar atrás y desear volver a cuando la vida era perfecta. Pero no se puede volver a aquello que ya no existe.
En formato monólogo, esta obra es una confesión de un actor en horas bajas que explica al público como ha llegado hasta este momento. Quiere explicar la verdad -según él- de todas las decisiones que ha tomado y que le han llevado por un camino marcado por la ficción personal.
Santi Ricart es el protagonista de este thriller marcado por la soledad y la desesperación, con toques de comedia surrealista que esboza más de una sonrisa a la espectadora que escucha atenta un relato inesperado. Ricart es un narrador excepcional, va guiando por las calles de Barcelona en una aventura nocturna con ecos oníricos que envuelven el personaje y su viaje vital.
Con una premisa muy plausible, el texto se adentra en unos caminos del subconsciente humano que inventa y dice mentiras para no afrontar la realidad. Una puesta en escena austera que funciona perfectamente como sala de confesión, ayuda al protagonista en este intercambio de información, del cual quiere hacer cómplice al público bajo una falsa modestia y del cual espera que le legitime todo lo que ha pasado por su cabeza y todo aquello que supuestamente ha hecho.
Es la interpretación de Ricart la que engancha a la espectadora, la anima a quedarse hasta el final, aunque el desenlace de todo no acaba de cumplir las expectativas formadas.
Es trata de un bonito paseo por la ciudad tras los ojos de alguien que lo ha perdido todo, menos la esperanza de algún día poder volver a ser feliz.